¡Cuántos inteligentes he conocido que no saben mandar! Sentencia extraída de un manual de buenas prácticas en el arte de dirigir que nos recuerda las limitaciones de la brillantez académica en el gobierno de instituciones de naturaleza social.

Resulta cuanto menos curioso que la Universidad Española, caracterizada por vivir inmersa en una endogamia abstraída en la más autista de las ensoñaciones, se haya transformado en un vivero de políticos que, instalados en sus atalayas de inconcreción, se presenten como el paradigma del buen gobernante.