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El reciente fallecimiento de Nelson Mandela ha dado lugar a todo tipo de crónicas y análisis sobre su figura. En este caso me referiré a la naturaleza de su liderazgo.

Todo ser humano en su venida al mundo viene dotado de un pack de salida en el que se adivinan sus potencialidades (inteligencias), su capacidad de emplearse como un ser libre, así como intangibles tales como los principios de justicia, verdad  y entrega a los demás, entre otros.

Descubrir las dos primeras condiciones: inteligencias y capacidad de elección entre las alternativas que las circunstancias nos permitan, se antoja sencillo; por contra, la tercera condición -la existencia de determinados principios- no parece tan evidente.

Pero si reflexionamos sobre el por qué a un pequeño (no contaminado todavía por la moral imperante) no le gusta que le engañen (prométasele un día de cine que se concrete en nada y  “disfrutaremos” de su monumental enfado), o simplemente que se le trate con injusticia. Por ejemplo:  en una pareja de hermanos o de amigos, entréguese cuatro caramelos a uno y, dos al otro; sin  margen para el  error nos enfrentaremos con la rabieta   de  uno de ellos. Podremos comprobar que, aún sin manual de instrucciones, el ser humano aterriza en este mundo con unas claras indicaciones de lo que es o no  correcto.

Que una persona se manifieste como excelente en algunos campos del saber y del saber-hacer es consecuencia natural de sus capacidades. Capacidades que se derivarán de una especial predisposición genética a la par de la necesaria pulsión interior  en atención a desarrollar aquel tipo de actividades que le hacen perder la noción del tiempo. Talento, pasión y trabajo, mucho trabajo, como inseparables compañeros de camino.

La excelencia en el conocimiento intelectual se concreta -en una persona de bien- en la libre elección de sus actos. Calificativo (el de libre) que podremos asignar a aquel tipo de elecciones que se basan en lo que es obligado hacer. Obligación que se aferra con firmeza a los principios de orden ético citados con anterioridad.

Sus potencialidades se concretaron al máximo. Inteligencias.

Mandela se nos presenta como una persona social e intelectualmente muy dotada. De no ser así, ¿cómo podría haberse manejado con solvencia en un ambiente tan emponzoñado como en el que le tocó vivir?

El perdón le hace libre porque no vive condicionado por el odio. Libertad

Su capacidad para emplearse como un ser libre alcanza su zénit en el testimonio con que se nos muestra al  perdonar sin condición, ni resquemor alguno a sus carceleros, a los blancos que, a través del apartheid, habían sembrado de dolor, odio y rencor el corazón de las personas de raza negra de Sudáfrica.

Justicia. Servicio y entrega con renuncia a su comodidad y disfrute. Principios.

 Sus decisiones se plasman en elecciones presididas por el firme deseo de conseguir de este un mundo mejor. Que lo aleatorio del destino, materializado en el color de la piel, no suponga un hándicap imposible de salvar en aras a desarrollar una vida plena..

Pone su vida a disposición de una causa que le orienta y da sentido: sacar de la miseria a la gente de su condición. No se excede en el triunfo, su guía es inmutable, su sentido de la justicia  impide la revancha, no reconoce diferencias, simplemente lidera con rigor y criterio la condición humana de los ciudadanos de su país. Ni su tribu, ni odio, ni revancha, simple y llanamente  principios de orden ético.

Un grande de entre los grandes. Su liderazgo no entiende de cargos: se manifestaba como tal, en cualquier momento, lugar y condición. Ni de victorias, también lo es en la derrota: 27 años de cárcel.

Se emplea con sabiduría y sabe mostrarse firme e incorruptible en sus convicciones más profundas. Hace bien el bien. Su legado permanecerá en el tiempo.

En su caso, sí que se nos muestran como ciertas las estrofas finales del poema de Jhon Fleider:

 

No importa cuán recto sea el camino,
ni cuantos castigos lleve a mi espalda,

soy el amo de mi destino:

soy el capitán de mi alma.

Publicado el 10/12/2013 en El Confidencial Digital

Nelson Mandela. El mito.

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