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¿La reciente destitución del General Pontijas debiera entenderse como una manifestación de Auctoritas en el gobernante o más bien como una señal de debilidad?

En la antigua Roma se distinguía entre lo que un individuo o institución puede hacer, esto es su Potestas, en atención a su capacidad legal de obrar, y el Auctoritas consecuencia de un hacer ético, sabio y ejemplificador.

En la España actual, sembrada de problemas económicos, políticos e identitarios, contemplamos con estupor la permanente falta de grandeza y de coraje de nuestras sucesivas clases gobernantes, como si obviar las dificultades posibilitara su resolución. Nada más lejos de la realidad, todo retardo en la corrección de un problema, no enfrentado a su debido tiempo, propiciara que las medidas correctoras deban ser cada vez más dramáticas.

La falta de alineamiento  de las Comunidades Autónomas con el Gobierno de España en defensa de los intereses nacionales -en definitiva lo que denuncia Pontijas- resulta cuando menos esperpéntica; muchas instituciones de carácter local se sienten arbitrariamente legitimadas en su desafío a los poderes del Estado legítimamente constituidos, haciendo caso omiso a toda  normativa que entiendan atente a sus intereses diferenciadores.

No hago aquí referencia exclusiva a los partidos independentistas, que también; cualquier tipo de gobierno (autonómico o municipal)  contemplará como un logro el hallazgo de un filón normativo diferenciador que permita, a sus impulsores (políticos, aunque no todos), justificar su existencia.

Así, bien sea por intereses centrífugos o de manifiesta ruindad, egoístas todos, se va deteriorando la convivencia en nuestro país.

¿Cómo interpretar tal situación? La suma de infinidad de pequeños acontecimientos pueden significar el colapso de cualquier sistema. Es célebre la parábola de la rana, empleada con frecuencia dentro de la formación en management directivo, como imagen impactante de lo que puede suponer  tal cúmulo de pequeños despropósitos,

Si introducimos una rana en un recipiente con agua en ebullición, comprobaremos que el salto con que se emplea nuestro batracio es mayúsculo. Por el contrario, si la rana es depositada en un recipiente con agua a temperatura ambiente situado sobre un foco de calor,  observaremos como el animal, ajeno al peligro que le acecha, permanece de forma contumaz en el mismo hasta que de forma inopinada se colapsan todos sus sistemas vitales y muere.

De forma permanente, por una u otra circunstancia, dirigimos nuestra mirada al Gobierno a la espera de que haga sus deberes, esto es que se emplee  con firmeza y al amparo de la ley. Pero ¿y cuándo la firmeza no alcanza a todo el mundo por igual? Pues que puede adoptar decisiones legales que le hacen perder todo tipo de auctoritas como consecuencia de  no  emplearse de similar manera en todos sus actos de gobierno.

La decisión adoptada por el Gobierno en la figura del General Pontijas no nos ofrece pautas de comportamiento similares en la corrección de las inquietudes por muchos sentidas (por no decir una gran mayoría)  y por él reflejadas en su editorial. Siendo así lo que en un principio debiera significar firmeza en su acción de gobierno acaba tornándose en manifiestos signos de debilidad.

Publicado en El Confidencial Digital el 10/12/2015