En la foto de portada de una revista de tirada mensual y anejo a la sien derecha de Vicente del Bosque se puede leer el siguiente título: Los expertos nos dan la fórmula exacta. Tú puedes ser un líder como Rafa Nadal, Barack Obama, Amancio Ortega, Carlos Slim, Mahatma Gandhi».
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Muchas son las voces que se manifiestan críticas en cuanto a los supuestos propios de la psicología positiva. Bajo la tiránica búsqueda de lo fácil y superficial, y de la falta de reflexión personal, existe un gran número de personas en las que se ha sembrado la idea de que el único enfoque válido es aquel que se apalanca en las emociones positivas. Parece como si la felicidad sólo se pudiera apostar detrás de las mismas, con olvido, entre otros, del esfuerzo, del sacrificio, de la perseverancia, etc.
La persona se manifiesta en lo que es a través de sus actos. La forma en la que decide y, en el cómo se emplea, ponen al descubierto a qué tipo de individuo nos enfrentamos.
En el ser humano no cabe ausencia de acción, tanto si permanece rígido e inmóvil como activo e incansable, esa será la forma en la que se habrá definido, en la que «se habrá hecho».
El individuo carente de ilusiones, sin referentes ciertos, aficionado al movimiento quedo y escaso, en el que su afán de servicio hacia los demás se muestra esquivo y ajeno a su condición, no quedará definido por la ausencia de calificativos, por el vacio del «no ser». Resulta imposible «no ser nada», no hacer nada.
Son muchos los programas de dirección de empresa que fundamentan la validez de sus enseñanzas -y consecuente aprendizaje- a partir de conocimientos de naturaleza puramente intelectual. Conocimientos que, por otra parte, se muestran como insuficientes para el buen gobierno de cualquier institución.
Tanto la cultura occidental (Socrátes, Protágoras…) como la oriental (Taoístas, Confucianos…) se encontraban hermanadas en su concepción del saber.
Por un lado, era considerado como un instrumento al servicio del desarrollo intelectual, moral y espiritual del individuo. La verdad como objetivo. Por otro, como una herramienta a disposición del logro personal y mundano. El triunfo como meta.
Se sentía noqueado por la respuesta del profesor. Su definición de liderazgo – capacidad de aunar voluntades en torno a la figura del líder- se había topado con una réplica desconcertante por no esperada.
-Si tu definición es correcta -le había dicho-, ¿podríamos argumentar sin temor a equivocarnos que Hitler era líder?
En ocasiones, asomarse a la función directiva en la empresa puede ser consecuencia de un largo camino de entrega y aprendizaje. Otras veces, por el contrario, es un «premio» que por sobrevenido puede impactar de forma frívola en el individuo quien, alentado por su soberbia e inmadurez, se puede convertir en un foco de inquietud y desgobierno.
¿Cómo atemperar en su conducta a ese joven que muchas veces de forma inopinada -siempre a ojos de los demás- aterriza de forma advenediza como director de un departamento o empresa? ¿Qué «prestaciones de serie» deberían adornar su personalidad directiva? ¿Dónde se pueden adquirir los conocimientos y habilidades necesarios para tal cometido?
El reciente fallecimiento de Nelson Mandela ha dado lugar a todo tipo de crónicas y análisis sobre su figura. En este caso me referiré a la naturaleza de su liderazgo.
La neurociencia reconoce como mínimo la existencia de tres redes neuronales : apego, cuidado y sexo que en función de su ponderación actitudinal darán lugar a los distintos tipos de amor. Si bien es cierto que el conocimiento de las redes enunciadas no nos aporta información relevante sobre la pulsión que justifica el tránsito eléctrico, su conocimiento se nos presenta como un paso ineludible en su futura comprensión.
En particular me refiero al tibio de ánimo, de condición, a aquel tipo de persona o institución que vive instalada en lo conveniente, en el qué dirán, en el puro cálculo y utilitarismo. La tibieza, como subproducto del relativismo moral que es, encuentra aunque sea en clave de humor, en GROUCHO MARX y en sus principios -más bien la falta de ellos- un referente ciertamente esclarecedor. Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros.